Editorial: Reafirmar la dimensión universal de la caridad
La presencia y el testimonio del padre Cacho han logrado estimular, aún más, nuestra inquietud por la cooperación internacional.
Recientemente, en los Servicios Generales de Cáritas Diocesana hemos recibido la grata visita del padre Cacho, religioso pasionista, muy conocido en nuestra ciudad por su labor en la parroquia del Buen Pastor y que ahora ejerce su ministerio en uno de los barrios periféricos de Caracas. Su presencia y testimonio han logrado estimular, aún más, nuestra inquietud por la cooperación internacional, una tarea que Cáritas realiza con gran interés, reafirmando así la dimensión universal de la caridad, que no conoce fronteras y llega a las personas más empobrecidas del planeta.
Los proyectos que actualmente sostiene nuestra Cáritas se encuentran en Chad, Angola, Marruecos, Mauritania y Venezuela. Entre ellos destaca el envío de medicamentos a la Misión Diocesana de Caicara del Orinoco en el Estado Bolívar -al sur del territorio venezolano- que se viene desarrollando desde hace más de cinco años. De esta misma ayuda se benefician, además, otras comunidades atendidas por el padre Cacho.
Emergencia nacional
La situación del país amerita toda la ayuda que se pueda ofrecer porque la realidad es de emergencia nacional: bloqueo internacional, rasgos dictatoriales del Chavismo, corrupción generalizada, falta de iniciativa de los ciudadanos, políticas de subvenciones para todos los sectores productivos y deterioro de todo el tejido industrial, sobre todo el del petróleo. Especialmente grave es la ideologización de todo el entramado estatal, que ha burocratizado de una manera muy poco eficiente cualquier actividad social o económica.
Sacerdotes en la misión
En este momento, es el presbítero Juan Manuel Barreiros quien se encarga de acompañar esta zona, en la que algunos sacerdotes malagueños llevan prestando su servicio pastoral desde el año 1986. También nuestro delegado episcopal, Antonio Collado, se entregó a esta misión durante quince años, de ahí que conozca de primera mano la realidad y el sufrimiento de este pueblo.
Provoca una profunda tristeza que un país eminentemente rico en petróleo, bauxita, oro y diamantes, con unas reservas forestales inmensas y una enorme variedad en su fauna y flora, tenga que padecer tanta miseria. Su riqueza, más allá de lo material, se encuentra principalmente en sus propios habitantes, personas acogedoras, hospitalarias, desprendidas, generosas y alegres, que han desarrollado una gran capacidad de resiliencia ante tanta injusticia.
Depositamos nuestra esperanza en que, gracias a la ayuda internacional y al posible cambio político que se espera tras las próximas elecciones generales, este hermoso y hermano país pueda enderezar su andadura por los caminos de la historia y se convierta en un lugar donde todos puedan vivir con la dignidad que merece todo hijo de Dios.