Testimonio desde El Buen Samaritano: «Tuve la certeza de estar tocando el evangelio con mis propias manos»
Varios jóvenes que participaron en el mes de julio del Campo de Trabajo Lázaro han querido compartir su experiencia: Carmen, Rubén, Mari Paz…
En estas líneas os presentamos el testimonio de Marisol y Nacho, tras su paso por El Buen Samaritano, el centro gerontológico de Cáritas Diocesana.
Marisol
Hola, soy Marisol y este verano he vivido una experiencia que me ha marcado profundamente: participar en el campo de trabajo como voluntaria en la residencia de mayores El Buen Samaritano.
Allí descubrí lo que realmente significa servir a los demás: escuchar, acompañar, prestar atención… Gestos sencillos pero profundamente necesarios. Cada sonrisa compartida con los mayores y cada conversación con el personal del centro me ayudaron a comprender que el amor que Jesús nos enseñó no se encuentra en lo grandioso, sino en lo cotidiano, en lo pequeño, en lo de cada día.
También aprendí que cuando uno se entrega sin esperar nada a cambio, es cuando más se recibe. En cada mirada sentí la presencia de Dios, y al cuidar de los más frágiles, tuve la certeza de estar tocando el Evangelio con mis propias manos.
Esta experiencia me ha acercado más a las personas con las que la compartí, pero también a mí misma. Y, sobre todo, me ha acercado a Dios. Como dice el Evangelio que tanto me ha acompañado estos días:
“Lo que hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis.”
Nacho
También para Nacho ha sido una semana de entrega, de compartir y de aprender. Una experiencia que les ha unido como grupo y que, sin duda, les ha acercado a los demás y a Dios.
Soy Nacho, joven de la parroquia de La Amargura, y esta semana he vivido una experiencia muy especial: he acompañado a otros cuatro jóvenes en el campo de trabajo en la residencia de mayores El Buen Samaritano.
Cada día comenzábamos sobre las diez de la mañana, y nos repartíamos por las distintas áreas del centro para colaborar en todo lo posible. A las once y media nos reuníamos para preparar los cantos de la Eucaristía, que celebrábamos diariamente con los residentes. Queríamos que la misa fuera un momento alegre y compartido, y cantar juntos fue una forma muy bonita de hacerlo.
Después de la celebración, realizábamos distintas actividades: un día ofrecimos un pequeño concierto en el centro de día, otros días volvíamos a nuestras zonas para seguir acompañando a los mayores.