Calor y Café ha acogido a cerca de 80 personas en el primer semestre del año
Superado el primer semestre del año, en el centro de acogida nocturna Calor y Café, hacen balance del trabajo realizado en este tiempo y muestran su preocupación por el aumento de personas mayores sin hogar y la falta de recursos para atenderles. En estos cinco años de vida, han visto también crecer, de manera progresiva, el número de mujeres sin hogar y la desprotección social.
El director del centro, Vicente Jiménez, explica que «en este tiempo han hecho uso del recurso cerca de 80 personas y la media de edad, antes situada entre los 43 y los 45 años, ahora alcanza los 51. Con especial preocupación observamos que, si la media de edad en los mayores de 60, en lo que va de año, estaba en el 25%, actualmente, –en el mes de julio– supera ya el 50%».
Una de las cifras más esperanzadoras que recoge el equipo de trabajo es que el 41% de las personas atendidas, accede a recursos residenciales o temporales donde pueden continuar con sus procesos de recuperación. En contra, un 32% causa baja de manera voluntaria. Gustavo Zambrana, trabajador de Calor y Café, opina que «entre otras razones, mucha gente termina yéndose porque no hay suficientes recursos para atenderles correctamente. Sus procesos son lentos y requieren de una mayor dedicación. Cuando los tiempos de espera se alargan, se pierde eficacia y muchos de estos procesos de trabajo se rompen».
Al igual que en otras muchas ciudades, la dificultad para acceder a una vivienda va en aumento, afectando gravemente a los más vulnerables. «Con frecuencia nos encontramos con personas mayores que vivían en pisos de renta antigua y que de la noche a la mañana se han visto en la calle por la actualización de las cuotas. En algunas zonas, especialmente las situadas en el distrito centro, esta realidad es cada vez más frecuente», aclara Gustavo.
También observan con inquietud, trabajadores y voluntarios, un continuo crecimiento en el número de mujeres en situación de calle. «Desde que se abrieran las puertas del centro el primer día del año 2017, ha ido creciendo año tras año el número de mujeres y la desprotección social y familiar. El 60% de las personas atendidas carecen de red de apoyo, un porcentaje que también se alcanza cuando hablamos de afectados por enfermedades tanto físicas como mentales», expone Vicente.
Toda ayuda es poca
Desde hace más de un año Marisol Hidalgo acude cada viernes de 7 a 9 de la mañana al centro para acompañar, atender y ayudar a los acogidos. «Hace mucho tiempo que siento la necesidad de aportar algo a los demás, pero antes, por motivos laborales y familiares me veía muy limitada. El pasado año sentí que por fin había llegado ese momento en mi vida en el que podía dar el paso que desde hacía tiempo quería dar. En la Iglesia del Sagrado Corazón me orientaron y me dieron distintas opciones. Aquí encontré un lugar donde poder compatibilizar mi trabajo con mi voluntariado y compromiso cristiano. Es verdad que toda ayuda es poca y, aunque siento que lo que hago no es mucho, al menos tengo la serenidad que me aporta contribuir con mi pequeño grano de arena», cuenta Marisol.
Para ella, este es un lugar muy importante que le ayuda a tomar contacto con la realidad de las personas sin hogar, una realidad a la que ahora puede poner rostro. «Días de intenso calor, lluvia o frío son ahora para mí diferentes porque pienso en todas esas personas con las que he estado por la mañana y que hasta las 9 de la noche no tienen un lugar a donde ir. Además, los primeros meses venía mucha gente joven, pero ahora quienes acuden son personas con edades avanzadas que tienen una menor resistencia física y psicológica para soportar una situación tan complicada y eso me resulta duro y triste», añade.