Jóvenes que transforman vidas, vidas que transforman jóvenes (CTL)
Del 13 al 20 de julio, cuarenta jóvenes han participado en una nueva edición del Campo de Trabajo Lázaro (CTL), una iniciativa promovida por las delegaciones de Juventud e Infancia, Cáritas Diocesana de Málaga y la Pastoral Vocacional. Esta experiencia, ya consolidada en la diócesis, pretende cada año ir más allá del voluntariado: ha buscado despertar vocaciones, transformar corazones y acercar a Cristo a través del servicio a los más vulnerables.
Durante una intensa semana, los jóvenes se han distribuido en distintos centros sociales —cuatro de ellos gestionados por Cáritas Diocesana: Pozo Dulce, Colichet, Hogar San Carlos y El Buen Samaritano— donde han compartido tiempo, juegos, paseos y conversaciones con personas sin hogar, enfermos de sida, mujeres en situación de vulnerabilidad y personas mayores. Para muchos, ha sido una vivencia que ha marcado un antes y un después.
“Vine con miedo, preguntándome si lo haría bien, si encajaría… y me encontré con personas que solo necesitaban ser escuchadas. Para ellos, eso es un regalo de Dios”, ha compartido Victoria, voluntaria en Pozo Dulce.
“No era el lugar que habría elegido, pero me alegro de haber estado allí. He descubierto una realidad que me ha tocado el corazón”, ha añadido María Becerra, también en Pozo Dulce.
En el Hogar San Carlos, la experiencia ha sido especialmente significativa para Karina, una joven madre que reside allí con su bebé de nueve meses. “¡Necesitaba tanto esto!”, decía emocionada. “Nunca tengo tiempo para mí, y esta semana me ha permitido hacer cosas que me gustan: arreglarme, coser, sentirme bien”. Las voluntarias Maripaz y Carmen han conectado profundamente con estas madres y sus pequeños: “Ver su alegría nos ha contagiado. Ha sido una motivación mutua”.
En Colichet, tres chicas y un chico han colaborado en tareas de jardinería, limpieza de zonas verdes y, sobre todo, en el acompañamiento a los residentes. Han organizado juegos, paseos y hasta una yincana por toda la casa. “Sin ellos, no podríamos realizar este tipo de actividades”, han comentado desde el centro. Además, han compartido las comidas, creando un ambiente de familia.
Uno de los voluntarios, Rubén, ha expresado: “Me ha sorprendido la vitalidad de los acogidos y sus ganas de participar. Todos eran muy amables y estaban deseando compartir con nosotros su experiencia. Me siento muy agradecido y recomendaría a cualquier joven vivir algo así”. Marina, también en Colichet, se ha despedido con el corazón lleno: “Me voy muy contenta y con el corazón lleno de gratitud”.
En el centro gerontológico El Buen Samaritano, Marisol ha vivido una experiencia muy profunda de fe. “Allí he descubierto lo que realmente significa servir: escuchar, acompañar, prestar atención… Son gestos sencillos pero muy necesarios. Cada sonrisa compartida con los mayores y sus cuidadores me ha hecho entender que el amor que Jesús nos enseñó no está en lo grande, sino en lo cotidiano. En cada mirada he visto la presencia de Dios. He sentido que, al cuidar de los más frágiles, estaba tocando el Evangelio con mis propias manos”.
Este Campo de Trabajo no ha terminado, solo ha comenzado un camino. Lo vivido esta semana ha dejado huella en muchos corazones, pero también ha abierto puertas a nuevas formas de servir, de crecer y de vivir la fe. “Cáritas sigue siendo ese espacio donde cada joven puede seguir construyendo esperanza junto a los más vulnerables”, asegura Alfonso Clavero, responsable del programa de voluntariado joven iniciado en enero junto a la Delegación de Infancia y Juventud.